Venga, rapidito que estoy de vacaciones y acabo de tener acceso a un ordenador por unos 5 minutillos (hasta que vuelva el dueño, al cual no conozco).
Ahí va:
¿Por qué nos sentimos orgullosos de ser compatriotas del campeón de Wimbledon, del de la F1 o de los del fútbol y , sin embargo, no sentimos nada de apego por el ganador del Sorteo de Lotería de Navidad?
Cruel mundo este, eh?
Por cierto, quien no se haya leído "El Incal" ya está tardando.
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